El rostro de ella también se parecía mucho a un espejo. Imposible.¿Cuánta gente había que refractase huno su luz propia? Por lo general, la gente era- Montag buscó un símil, lo encontró en su trabajo- como antorchas, que ardían hasta consumirse. ¡Cuán pocas veces los rostros de las otras personas captaban algo tuyo y te devolvían tu propia expresión, tus pensamientos más íntimos!
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